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¿Liquen? ¿Liken? ¿Leeken?

  • 28 enero 2020

Elegir un nombre siempre es complicado, hasta que alguien dice la palabra mágica y ¡plin!

Supongo que llevar por bandera el nombre de un hongo puede resultar extraño; por lo visto tampoco resulta fácil escribirlo, tanto anglicismo hace que la gente lo intente poner en inglés, o tal vez recordarlo sea algo complicado pues no es una palabra que utilicemos a menudo, mi madre lo llama Likea...

Aún así, os pido una oportunidad para entenderlo.

Ella no se acuerda, pero le puso nombre al lugar. Suele ocurrirme, a menudo pone las palabras a lo que yo no sé expresar, la tranquilidad en los días de nervios o el momento a la hora de cerrar La Perla.

Buscaba un nombre que hablara de naturaleza, de campo, de la vida en el pueblo, de la libertad, del aire puro, de los sonidos del bosque, un nombre que hablara de lo que somos nosotros cuando nos adentramos en él y buscamos solaparnos y formar parte. Ella lo vió claro. En una de las romerías que hacemos (y que llevamos en las tripas) siempre me pongo algún liquen que encuentro por el suelo, en el sombrero. Siempre me han parecido bellos y supongo que entendió que había cierta relación entre nosotros. Sí, los líquenes surgen por la simbiosis de un hongo y un alga, solo viven en lugares donde hay aire muy limpio y humedad... En realidad era un buen resumen de lo que estaba naciendo. Para que el proyecto surgiera era necesario aprovecharse de la naturaleza, utilizo madera para poder crear y otros muchos elementos que del mismo modo salen del campo, y lo de la humedad... era sencillo en un lugar sin tejado y en plena sierra. Así, de la simbiosis con las manos surgen líquenes; marcos, estanterías o lámparas, sin ninguna pretensión de ser rosas, tan solo ser del aire limpio y la libertad al crear.

Quizá, solo mirando de cerca,
y deteniéndote a observar,
puedas ver la belleza,
también de un liquen.


¿Por qué madera?

  • 20 enero 2020

Tampoco es que yo eligiera nada, me dejé llevar.

Algunos ya conocéis la historia, así que os pido disculpas por la reiteración, pero creo que una buena manera de empezar es presentándose.

Nunca había trabajado con madera, ni tan siquiera imaginaba que podría gustarme, pero me enamoré de un mueble y ahí comenzó todo.

Cuando compré mi casa, comenzó la aventura de amueblarla. Decidí que compraría y pondría solo aquello que pudiese acompañarme por siempre. Por muchos motivos, me gusta comprar solo lo que necesito, sabiendo que es de calidad, me gusta que tenga personalidad y si puede ser un pasado, me gusta que sea atemporal y que pueda mezclarlo con casi cualquier cosa y, muy importante, que la huella que deje en el planeta sea lo más pequeña posible.

Al poco tiempo encontré un mueble precioso por internet. Era antiguo, de madera de olmo, de una sastrería que lo vendía pues había sufrido un golpe y tenía un agujero en la balda superior. Tenía muchas capas de barniz y muchas cicatrices de su larga vida. Fui a por él con ayuda. Lo restauré en el salón, que se había convertido en la sala de operaciones. Conseguí un par de lijadoras viejas y me puse manos a la obra. El resultado fue increíble, las consecuencias… Polvo por toda la casa, olores fuertes y ventanas abiertas, frío, dos lijadoras rotas, vecinos un poco molestos… y un nuevo pasatiempo.

Necesitaba un taller. El mueble me había gustado tanto que se convirtió en una obsesión. Decidí hacer uno parecido. Mi padre era de esas personas que hacen de todo y todo bien. No creo que fuera tanto por un don, creo que más bien se debe a la persistencia y el atrevimiento, por eso tenía herramientas para casi cualquier cosa. Muchas, viejas y malas, pero herramientas al fin y al cabo. Cuando te vas lo dejas todo y a todos, incluso los lugares que son solo tuyos. El taller, él lo llamaba solar porque no tiene tejado, era su espacio. Allí pasaba horas haciendo sus cosas, tenía sus mesas de trabajo, su huerto… y supongo que un sueño que no llegó a cumplir, era la parte de su vida solo para él. Cuando todo ocurrió aquel lugar dejó de tener sentido y dolía. Aún así, teníamos que seguir yendo a por leña. Un día detrás de un carro, muchas cajas y debajo de un tejado de chapa, vi una mesa de trabajo. Si a mi familia le parecía bien, lo recolocaría todo y ese lugar sería un taller. No solo les pareció bien, sino que se pusieron manos a la obra conmigo y en un mes tenía todo colocado, una placa solar para poder enchufar mis lijadoras y una estufa para calentarme las manos.

Ya tenía un primer proyecto, así que solo faltaba el nombre.

Filosofía

Reciclaje

Utilizo madera de palets o viejos muebles. Ruedas, cuerdas o todo aquello que merezca una segunda oportunidad.

Sostenibilidad

Luz solar, productos ecológicos, tintes naturales, aceites y una producción artesanal.

Naturaleza

Cuidar la naturaleza y ser parte de ella es la única manera de encontrar el equilibrio. Ser Bosque.

Aprendizaje

La mayor parte de los trabajos surjen de propuestas que nunca antes he realizado. Empezar una y otra vez es el mejor aliciente.


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